El pasado fin de semana descubrí que una pareja de palomas había empezado a construir su nido en mi terraza. Palomas de ciudad, que se las habían apañado para buscar ramas, brotes de hierba crecidos en los tejados y otros materiales de desecho de forma homologada: trozos de cuerda, tiras de plástico, cables, fragmentos mestizos fuera de contexto.
He pensado que este incipiente nido urbano postmoderno podría usarse como metáfora de la cultura, o de la personalidad, en estos tiempos de duda, hiperinformación y desnortamiento: un esfuerzo de coherencia, de construir un lugar habitable, a partir de una colección de materiales heterogéneos.
(Llegó hasta mí la paloma sosteniendo una rama en el pico:
delatándose.
Espero, no sin remordimiento,
que hayan encontrado otro lugar mejor donde anidar.)
Lo más poético de todo es que te hayan elegido a ti, aunque haya sido de forma aleatoria. Yo creo que las habría dejado quedarse. Ni siquiera me hubiera atrevido a salir a la terraza, para no molestarlas. ¡Viva la okupación romántica!
ResponderEliminarLos pájaros son muy sucios. Pero reconozco que tuve la tentación de dejar que se quedaran. Si hubieran anidado en una cajita colgada en la pared, como vi en algunas casas de Ámsterdam...
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