"(...) La expresión de su cólera, como la de su orgullo, se hace brillante al secarse. Pero también constituye su huella y los señala al raptor (al predador). Además, es efímera y no dura más que hasta la próxima lluvia.Así, forma parte de quienes se expresan de una manera enteramente subjetiva, sin arrepentimiento, y sólo por huellas, y sin cuidado de construir y de formar su expresión como sólida morada, de dimensiones plurales. Más duradera que ellos mismos.Pero, sin duda, no experimentan esta necesidad. Son más héroes -es decir, seres cuya misma existencia es obra de arte- que artistas -es decir, fabricantes de obras de arte.Aquí alcanzo uno de los puntos principales de su lección, que por otra parte no es suya en particular, sino que la poseen en común con todos los seres de concha: esta concha, parte de su ser, es al mismo tiempo obra de arte, monumento. Permanece más tiempo que ellos.Y ése es el ejemplo que nos dan. Santos, hacen obra de arte de su vida -obra de arte de su perfeccionamiento. Su secreción misma se produce de tal manera que se sujeta a forma. Nada exterior a ellos, a su necesidad, a su menester, es su obra. Nada desproporcionado -por otra parte- a su ser físico. Nada que no le sea necesario, obligatorio.Así señalan ellos a los hombres su deber. Los grandes pensamientos vienen del corazón. Perfecciónate moralmente y harás bellos versos. La moral y la retórica se reúnen en la ambición y el deseo del sabio.Pero santos en qué: en obedecer con exactitud a su naturaleza. Conócete primero a ti mismo. Y acéptate tal como eres. En armonía con tus vicios. En proporción a tu medida.Pero cuál es la noción propia del hombre: la palabra y la moral. El humanismo.París, 21 de marzo de 1936".
Francis Ponge, "Caracoles", Tomar partido por las cosas (1942)
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