El Principio de Irritación Suficiente lo expone Philip K. Dick en uno de sus primeros relatos, "La vida efímera y feliz del zapato marrón" (1953), disponible en Scribd; así lo describe el personaje que lo descubrió:
"Hace eones, en un pasado remotísimo, algo irritó de tal manera a un fragmento de materia inanimada que, impulsado por la indignación, ésta empezó a moverse. Asumí que la gran tarea de mi vida sería descubrir el perfecto irritante, capaz de hacer cobrar vida a la materia inanimada".
En España el Gobierno todavía no lo ha encontrado. Los ciudadanos somos piedras duras, embotadas por la propaganda, el miedo y la resignación. Hoy está previsto que el Congreso de los Diputados dé su visto bueno a la prórroga por un mes del estado de alarma decretado por el Gobierno. Pero a nadie (salvo en los márgenes, ya se sabe, extremistas sin necesidad de causa) parece indignarle el proceder abusivo y antidemocrático de nuestros representantes; es más, cuenta con la aprobación y la comprensión de la mayor parte de los ciudadanos, decididos a escarmentar a los controladores aéreos.
Consejo de Ministros extraordinario celebrado el 14 de diciembre de 2010 en el que se decidió prorrogar por decreto el estado de alarma durante un mes más.
Fotografía de Uly Martín, publicada en El País ("El Gobierno prorroga un mes la alarma por temor a otro motín de los controladores", 15-XII-2010)
Como me identifico con el artículo que hoy publica Josep Ramoneda en El País, "Normalizar la excepción", le cederé en adelante la palabra; y advierto que este periodista es alguien con quien no suelo coincidir, porque me parece demasiado implicado en la defensa a ultranza del Gobierno socialista. Copio a continuación algunos fragmentos y me permito resaltar algunas frases:
"El Gobierno Zapatero había incorporado a su currículum el dudoso éxito de ser el primer Gobierno democrático español en decretar el estado de alarma. (...) El presidente ha decidido ir todavía más lejos: con la prórroga se propone convertir la excepción en normalidad. Y utilizarla como lo que nunca puede ser: un instrumento preventivo. Dos pasos más propios de la cultura política autoritaria que de la democrática.
Las constituciones reservan la legislación de excepción para
circunstancias muy extremas, desde catástrofes naturales hasta amenazas
muy graves para la seguridad. (...) Con este precedente, se
podría declarar el estado de alarma cada vez que la conflictividad
social lleve a una paralización del metro de una ciudad, del transporte
por carretera o del tren.
(...) En medio de la deriva conservadora que vive el continente, el Gobierno
no ha querido ser menos. Normalizar la excepción es incompatible con la
idea de democracia, que es precisamente un régimen en que la excepción
solo cabe en circunstancias muy extraordinarias. Convertirla en arma
preventiva es directamente una violación de la propia idea
constitucional de excepción, que se legitima en lo que ha ocurrido, no
en lo que hipotéticamente pudiera ocurrir. (...)"
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