miércoles, 20 de abril de 2011

Lo último de Eduardo Mendoza

Estos últimos días estoy disfrutando de la última obra publicada de Eduardo Mendoza, Riña de gatos (descargable por cortesía de Scribd). Un libro deslumbrante, como siempre, extremadamente rico.
Encuentro deliciosos los redescubrimientos que proporciona del arte español del Siglo de Oro, y no me resisto a compartir este.

Menipo (1640), Velázquez

"Al pasar por delante de Menipo se detuvo en seco, conminado por la mirada de aquel personaje, mitad filósofo, mitad granuja. Siempre le había parecido extraña la elección del asunto por parte de Velázquez. En 1640 Velázquez pintó dos retratos, Menipo y Esopo, destinados competir en el favor del rey con dos retratos muy parecidos de Pedro Pablo Rubens, a la sazón en Madrid. Rubens pintó a Demócrito y a Heráclito, dos filósofos griegos de fama universal. Por el contrario, Velázquez eligió dos personajes de escasa relevancia, uno de ellos casi desconocido. Esopo era un fabulista y Menipo un filósofo cínico del que nada seguro ha llegado hasta nosotros, salvo lo que cuentan Luciano de Samosata y Diógenes Laercio. Según éstos, Menipo nació esclavo y se afilió a la secta de los cínicos, ganó mucho dinero por métodos de dudosa rectitud y en Tebas perdió cuanto tenía. La leyenda refiere que ascendió al Olimpo y descendió al Hades y en los dos lugares encontró lo mismo: corrupción, engaño y vileza. Velázquez lo pinta como un hombre enjuto, entrado en años, pero todavía lleno de energía, vestido de harapos, sin hogar ni posesiones materiales y sin más recursos que su inteligencia y su serenidad frente a las adversidades. Esopo, su pareja pictórica, sostiene un grueso libro en la mano derecha, en el que sin duda están escritas sus célebres aunque humildes fábulas. A Menipo también le acompaña un libro, pero está en el suelo, abierto y con una página rasgada, como si todo cuanto se hubiese escrito careciera de interés. ¿Qué habría querido decir Velázquez al elegir este personaje evanescente, siempre en camino hacia ninguna meta, salvo el incesante y reiterado desengaño? En aquellos años Velázquez era justamente lo contrario: un joven artista en busca del reconocimiento artístico y, sobre todo, del encumbramiento social. Tal vez pintó a Menipo como advertencia, para recordarse a sí mismo que al final del camino hacia la cumbre no nos espera la gloria, sino el desencanto".

Heráclito (1603), Rubens

Un filósofo (¿Heráclito?) (c. 1630), José de Ribera
  Fuentes: de la primera imagen, Wikipedia,
de las segundas, Logos: así habló..., pinacoteca de los presocráticos
      

1 comentario:

  1. ¡Excelente! Algunos personajes, como Menipo o Diógenes, aunque desconocidos, son gurús atemporales, al igual que estos pintores del XVI-XVII, que les hacen justicia y los desvelan para nosotros.

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