España lleva ya cuatro meses en guerra contra la Libia que permanece bajo la autoridad de Gadafi (usaré en adelante la expresión "guerra contra Gadafi", para abreviar y porque en sí misma es tan ridícula que no consigue eclipsar su condición de artimaña propagandística). Hace tiempo quiero escribir una entrada en la que explicar con claridad la aparente paradoja de que haya apoyado públicamente una intervención militar de la ONU en Libia y, al mismo tiempo, me permitiera repetir el NO A LA GUERRA, condenando las acciones militares llevadas a cabo por la coalición internacional que, precisamente, tiene a su cargo poner en práctica la resolución sobre Libia de Naciones Unidas.
El Roto (El País, 24-III-2011)
No sé si es precisa realmente una explicación: ya desde el principio
mismo de las operaciones resultó patente que, en la Guerra de Libia, la
coalición internacional nunca ha tenido la intención de cumplir la
resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, destinada
únicamente a dar cobertura "legal" a un en sí mismo "ilegal" inicio de
hostilidades (el ataque contra una de las partes en la Guerra Civil
Libia, el bando de Gadafi). El 19 de marzo, a las 48 horas de aprobarse
la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, la coalición internacional (en concreto, se encargaron de ello las fuerzas militares de Francia y los Estados Unidos) bombardeó Trípoli: se mire como se mire, un ataque sobre población civil. No
es una intervención humanitaria: es una guerra no declarada y, desde el
primer momento, se ha mostrado un gran desprecio por mantener las
formas.
Quizás la rudeza exhibida por los mandos militares forme parte de una campaña de deliberado adoctrinamiento ciudadano, a través de una política de hechos consumados: una forma de acostumbrarnos a la idea de "guerra justa", y a que esta puede desarrollarse sin afectar a nuestras vidas, sin ni siquiera suscitar nuestro interés, una vez ha dejado de estar de actualidad (con la excepción de cuando se producen bajas en nuestras tropas, hasta un límite cuantificable al menos).
A estas alturas las caretas están en el suelo, y Francia, uno de los más destacados miembros de la coalición internacional, se permite velar por el cumplimiento del embargo de armas dictado por la ONU dando armamento al bando rebelde, y además declarar que lo hace, según cuenta El País, para "crear un nuevo frente de guerra", que al parecer últimamente aquello estaba demasiado tranquilo. No son bomberos, son pirómanos. Y encima tenemos que escuchar cómo nos cuentan lo poco que les gusta el fuego.
Bomberos quemando libros. Fotograma de la película de François Truffaut, Farenheit 451 (1966).
Fuente: Aula de Filosofía de Eugenio Sánchez Bravo, "Truffaut, Farenheit 451" (24 de octubre de 2008)
Repito que, visto lo visto, tal vez no haga falta escribir ya la entrada. Pero el debate sobre si es posible (o imposible) definir unos límites precisos que permitan realizar, de forma eficaz, una intervención militar con fines humanitarios, una verdadera "acción policial" contra los crímenes de guerra, me sigue interesando; me parece que nunca les importó resolverlo a los promotores originales (porque las conclusiones podrían resultar incómodas). Providencialmente, me he encontrado con un artículo de José María Ridao en El País (28-III-2011), "¿Es esto una guerra?", que constituye un ejemplo de doblepensar impagable, por lo impúdico (tal debe ser la confianza del autor en el poder de la neolengua). A continuación reproduzco algunos fragmentos, que no me resisto a glosar entre corchetes.
Para la mejor comprensión de la relevancia del texto a la hora de esclarecer el doblepensar dominante, cabe mencionar una cita del mismo José María Ridao, procedente de una entrevista publicada por El País, "Discutamos las tesis de los agresores" (28-XII-2004), en la que el autor reflexionaba sobre los argumentos expuestos en su obra La paz sin excusa, que acababa de ver la luz: "Hablo de la necesidad del pacifismo, del pacifismo tal y como lo presentó Erasmo de Rotterdam, que no dirigía sus argumentos a las víctimas sino a los agresores. Hay que debatir los argumentos de estos últimos, demostrar su falacia, hacerla evidente ante la opinión pública y sólo aceptar la necesidad de la violencia cuando estamos ante un caso de legítima defensa".
Pasemos al artículo en cuestión:
Luca Signorelli, "Cabeza de poeta con gorro" (segunda mitad del siglo XV)
Fuente: Wikipedia
José María Ridao, "¿Es esto una guerra?"
(fragmentos; las glosas y el subrayado son nuestros)
Las dudas acerca de si los miembros de la coalición internacional para proteger a los civiles libios
están o no en guerra forman parte, en el mejor de los casos, de la
irresuelta controversia sobre el principio de injerencia humanitaria.
(...) La acción militar desarrollada en Libia es legítima, puesto que invoca verdades consideradas supremas [yo hubiera dicho "invoca la protección de derechos inalienables", para evitar cualquier ambigüedad y por coherencia con la advertencia sobre el rampante fanatismo (de fanum, sagrado) formulada un poco antes por el propio autor, donde precisamente consideraba igual de arbitrarias "la guerra en nombre de Dios, la guerra en defensa de las verdades consideradas supremas"], y es además legal, al haber contado con un aval del Consejo de Seguridad justificado en la norma internacional que establece el "deber de proteger".
Pero reconocer la legitimidad y la legalidad de la intervención en Libia no resuelve el problema de si se debe considerar o no como guerra [porque a José María Ridao no le interesa definir los límites a los que debe atenerse toda "injerencia humanitaria" para alcanzar sus objetivos legítimos: "una injerencia humanitaria" nunca podría permitir el entrar en un conflicto bélico como parte beligerante, aquello que sucedió en la guerra de Irak, la guerra contra Sadam, y vuelve a suceder en la Guerra Civil de Libia, la guerra contra Gadafi], tal vez porque, en medio del actual enrarecimiento del clima ideológico y político, no puede hacerlo sin dejar en evidencia las razones de los partidarios de una u otra postura [aquí hay un error sintáctico: ¿cuál es el sujeto de la oración?].
Luca Signorelli, detalle del episodio "Prédica y hechos del Anticristo" (1499-1502)
en el que aparece en primer plano un auterrotrato en cuerpo entero del pintor,
que camina junto a Fra' Angelico, frescos de la Capilla de San Brizio, Catedral de Orvieto
en el que aparece en primer plano un auterrotrato en cuerpo entero del pintor,
que camina junto a Fra' Angelico, frescos de la Capilla de San Brizio, Catedral de Orvieto
Fuente: Wikipedia
(...) Quienes, por su parte, hablan de intervención en lugar de guerra, lo que buscan es subrayar la importancia de la legitimidad y la legalidad de las acciones militares contra Libia, lo que las distingue por completo de las llevadas a cabo contra Irak [¿no deberíamos buscar las diferencias en la forma de operar, es decir, comparando cómo son en ambos casos las acciones militares? Pero el autor ya desde el primer párrafo ha empezando rehuyendo el problema de establecer unos límites precisos que definan la "injerencia humanitaria", a lo que se ha referido como "irresuelta controversia": es decir, ha renunciado a explicitar la norma, la ley, a la que, en última instancia, debe remitir la "legalidad" (internacional) que invoca. Esta sería la norma con la que juzgar las acciones militares efectivamente llevadas a cabo. Ridao rehuye (escamotea) el problema, repito; porque no le interesa. Ya sabe que se trata de una guerra, la guerra contra Gadafi: por eso habla de "acciones militares contra Libia", se mire como se mire, una agresión]. El precio que tienen que pagar por intentar resolver en el plano semántico un problema que pertenece al terreno de los conceptos, es que se condenan a una discusión escolástica sobre qué es guerra y qué no lo es. Con el agravante de que se ven abocados al imposible de explicar que una bomba que cayó en Irak es guerra mientras que otra que lo haga en Libia es intervención. [El ejemplo está muy mal elegido, tal vez para conseguir, precisamente, que sea "imposible de explicar": los términos bombardeo y "puesta en práctica del "deber de proteger"" no se concilian muy bien. Pero claro, los medios de comunicación llevaban una semana informando de los bombardeos de la coalición internacional sobre el bando de Gadafi, y el autor no podía ignorarlos a la hora de escribir sobre las "acciones militares contra Libia".]
Alberto Durero, "Erasmo de Rotterdam" (1526)
Fuente: arteHistoria
En un clima ideológico y político menos enrarecido que el actual, nadie debería recelar de llamar guerra a lo que lo es. Pero hacerlo en estos momentos conlleva el riego de verse forzados a asumir el interesado punto de vista de quienes despreciaron las cuestiones de legitimidad y legalidad para lanzarse a la aventura de Irak. De ahí que quienes se opusieron a ella, pero apoyan ahora el ataque contra Libia, se estén dejando empujar a la trampa de utilizar el término intervención como eufemismo [curiosa teoría sobre el funcionamiento de las técnicas de manipulación informativa, que a José María Ridao no le deberían resultar desconocidas; me atrevo a presagiar que su consejo será desoído y, aun a riesgo de caer en la trampa, las autoridades españolas (y mundiales) se empañarán en seguir utilizando eufemismos para ocultar la auténtica naturaleza de sus actos, en estas y otras cuestiones]. Disponer de una estrategia de seguridad exige decidir con claridad en qué guerras se enrola un país y en qué guerras no. [Y, añadiría yo, la posibilidad de decidir con claridad no enrolarse en ninguna guerra, que debe ser algo similar a aquel pacifismo de Erasmo de Rotterdam que Ridao dijo hace poco reivindicar para sí, hasta el punto de haberle dedicado todo un libro. Pero no: Ridao lo tiene claro.]
Fuente: Periodista Digital, "El pacifista ZP envía más soldados a Afganistán para complacer a Obama" (2 de diciembre de 2009)
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