"La contradicción no es quizá más que
aparente. Sin duda los que ordenan son siempre menos numerosos que los que
obedecen. Pero precisamente porque son poco numerosos forman un conjunto. Los
otros, precisamente porque son demasiado numerosos, son uno más uno más uno, y
así sucesivamente. De este modo, el poder de una ínfima minoría se basa a pesar
de todo en la fuerza del número. Esta minoría prevalece con mucho en número
sobre cada uno de aquellos que componen el rebaño de la mayoría. No hay que
concluir de ello que la organización de las masas invertiría la relación, pues
esa organización es imposible. No se puede establecer cohesión más que entre
una pequeña cantidad de hombres. Más allá de eso, no hay más que yuxtaposición
de individuos, es decir, debilidad.
Sin embargo, hay momentos en los que
no es así. En ciertos momentos de la historia, un gran soplo pasa sobre las
masas; su respiración, sus palabras, sus movimientos se confunden. Entonces
nada se les resiste. Los poderosos conocen a su vez, por fin, lo que es
sentirse solo y desarmado; y tiemblan. Tácito, en algunas páginas inmortales
que describen una sedición militar, supo analizar perfectamente la situación.
“El signo principal de que era un movimiento profundo, imposible de aplacar, es
que no estaban diseminados ni manejados por otros, sino que juntos se
enardecían, juntos se callaban, con tal unanimidad y tal firmeza que parecía
que actuaban a las órdenes de alguien”[1].
Nosotros hemos asistido a un milagro de este género en junio de 1936, y la
impresión no se ha borrado todavía[2].Esos momentos no perduran, aunque los desdichados deseen ardientemente verlos durar para siempre.
Max ERNST, "The Gramineous Bicycle Garnished with Bells the Dappled Fire Damps
and the Echinoderms Bending the Spine to Look for Caresses", 1921
Fuente: Documents dada, Max Ernst (I), 23-II-2010
No pueden durar, porque esa unanimidad que se produce en el fuego de una emoción viva y general no es compatible con ninguna acción metódica. Tiene siempre por efecto suspender cualquier acción y detener el curso cotidiano de la vida. Ese tiempo de parada no puede prolongarse; el curso de la vida cotidiana debe seguir, las tareas de cada día tienen que llevarse a cabo. La masa se disuelve de nuevo en individuos, el recuerdo de la victoria se difumina; la situación primitiva, o una situación equivalente, se restablece poco a poco y, aunque en el intervalo los amos hayan podido cambiar, siempre son los mismos los que obedecen.
Los poderosos no tienen ningún interés más vital que impedir esta cristalización de las multitudes sometidas, o, al menos, pues no siempre pueden impedirla, hacerla tan poco frecuente como sea posible. Que una misma emoción agite al mismo tiempo a un gran número de desdichados es algo que sucede muy a menudo por el curso natural de las cosas; pero de ordinario esa emoción, apenas despertada, es reprimida por el sentimiento de una impotencia irremediable. Alimentar ese sentimiento de impotencia es el primer artículo de una política hábil por parte de los amos".
Simone Weil, "Meditación sobre la obediencia y la libertad" [Proyecto de artículo] [¿primavera de 1937?],
incluido en Escritos históricos y políticos, Trotta, Madrid, 2007
[1] Tácito, Anales, I, 32, 3. Se trata de
la rebelión de las legiones de Germania en el año 14 d.C.
[2] Tras la victoria del Frente Popular en
Francia, en mayo de 1936, se inició una huelga en el sector metalúrgico. Simone
Weil reflexionó sobre las impresiones recogidas en el curso de las visitas a
las fábricas ocupadas (entre ellas la Renault) en los artículos “La vida y la
huelga de los obreros metalúrgicos”, La Révolution prolétarienne, nº
224, 10 de junio de 1936, y “La victoria de los metalúrgicos” [proyecto de
artículo, inédito] [junio de 1936], ambos incluidos en Simone Weil, Escritos
históricos y políticos, 2007.
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