Casualidades. Hoy he leído en la pantalla del ordenador, gracias a la estupenda Biblioteca Digital Caosmosis, el artículo de Umberto Eco "Para una guerrilla semiológica" (redactado en 1967, luego incluido en La estrategia de la ilusión, 1987). A pesar del tiempo transcurrido, la conclusión nuclear es paralela a a la que ofrece Naomi Klein en La doctrina del shock (2007) a la hora de explicar la fácil manipulación de aquellos grupos humanos sometidos a un shock, un trauma, un serio trastorno del modo de vida al que están habituados (sea debido a una catástrofe natural, un atentado, una guerra o un golpe militar).
"(...) En Norteamérica, los atentados del 11 de septiembre [de 2001] fueron al principio un acontecimiento en estado puro, realidad rabiosa, aún no procesada por la historia, la narrativa o cualquer cosa que pueda recortar la distancia entre realidad y entendimiento. Sin una historia, somos intensamente vulnerables frente a aquellos dispuestos a aprovecharse del caos para su propio beneficio; muchos de nosotros fuimos vulnerables después de aquel 11 de septiembre. Tan pronto como disponemos de una nueva historia, una nueva forma de entender la realidad, que nos ofrece una perspectiva acerca de esos brutales acontecimientos, recuperamos nuestro sentido de la orientación y el mundo vuelve a ser comprensible".
Fuente: <http://www.elblogalternativo.com>
(incluye una entrevista con Naomi Klein)
Ambos llegan, repito, a una conclusión similar: la información no tiene una lectura predeterminada, es necesaria una labor de interpretación para darle sentido. Por eso indica Eco que, aunque se empeñe el poder en imponer ciertas convenciones sobre la realidad, su acción puede dejarse sin efecto e incluso invertirse si los datos sobre dicha realidad se descifran de forma desafiante, altermundista, subversiva respecto al orden imperante.
Como historiador, como investigador y como lector de las investigaciones ajenas, siempre me ha atraído el estudio del papel que en los cambios sociales desempeña la "cultura política". El término, muy utilizado, pero escasamente definido, se ha impuesto como herramienta analítica y como tema de análisis en sí mismo durante las cuatro últimas décadas. Por "cultura política" se entiende, según puedo deducir después de haberle dedicado atención los últimos años, la "visión del mundo" propia y reconocible de un determinado grupo, el marco significativo que le sirve para interpretar los acontecimientos y establecer una guía para las acciones. Lejos de ser inocuo, compromete la propia capacidad de actuación de los sujetos históricos, la posibilidad de que se conviertan en agentes. Se trata, como se ve, de una concepción íntimamente ligada a la de hegemonía, según la teorizó Gramsci: esta última sería la "cultura política" que se ha convertido en predominante, capaz de condicionar, en mayor o menor medida, la conducta de la mayoría de la población.
Como historiador, como investigador y como lector de las investigaciones ajenas, siempre me ha atraído el estudio del papel que en los cambios sociales desempeña la "cultura política". El término, muy utilizado, pero escasamente definido, se ha impuesto como herramienta analítica y como tema de análisis en sí mismo durante las cuatro últimas décadas. Por "cultura política" se entiende, según puedo deducir después de haberle dedicado atención los últimos años, la "visión del mundo" propia y reconocible de un determinado grupo, el marco significativo que le sirve para interpretar los acontecimientos y establecer una guía para las acciones. Lejos de ser inocuo, compromete la propia capacidad de actuación de los sujetos históricos, la posibilidad de que se conviertan en agentes. Se trata, como se ve, de una concepción íntimamente ligada a la de hegemonía, según la teorizó Gramsci: esta última sería la "cultura política" que se ha convertido en predominante, capaz de condicionar, en mayor o menor medida, la conducta de la mayoría de la población.
Umberto Eco propone una "guerrilla semiológica" que reinterprete los mensajes de los medios de comunicación de masas, traduciéndolos según los parámetros de otro código. Cumple la misma función, como nos recuerda la cita de Klein, la Historia, que ordena y aclara los acontecimientos pasados (también la cumple el mito). Tal naturaleza de la Historia, sus aportaciones a la creación de marcos significativos, de "cultura política" en suma y, a la postre, de hegemonía, explican el carácter polémico del que siempre ha estado rodeada, escrita y reescrita, sujeta a debate y controversia en cada época.
Los relatos, y en particular los relatos históricos, al articular los hechos, al conferirles sentido, intervienen sobre el pasado, lo recuperan (siempre en parte) para el presente, lo actualizan. Y tal vez se refiriera a ello el siempre ambiguo, por lírico, Walter Benjamin, al afirmar (Tesis sobre la Historia, hacia 1940) que sólo la Humanidad redenta toca su propio pasado, llega a poseerlo plenamente. Cuanta más libertad goza una sociedad, mayor es el grado en el que consigue apropiarse del pasado, hacerlo suyo con fidelidad, con las menores distorsiones, en el presente.
"Sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Lo que quiere decir: sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos".
La Historia puede conspirar en favor del conformismo, pero puede también tejer una red de significados orientada a la acción. Libros como el de Klein consiguen ofrecer un relato alternativo sobre el neoliberalismo, erigido en indiscutible hegemonía actual, demostrando que es un fenómeno reciente (la denominada globalización), que ha conseguido imponerse en gran parte del planeta a través de la violencia (en primer lugar, de la mano del golpe de Estado de Pinochet en Chile, en 1973) y que puede ser superado por otras formas más igualitarias y justas de convivencia.
Cuando no haya otro mundo posible, nada podrá ya cambiar.
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