Bien es sabido que las instituciones de crédito como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (sufragadas y gobernadas por los países ricos) suelen imponer medidas de liberalización económica a los países pobres como condición para concederles préstamos. Se entiende que desde el presupuesto, escasamente cuestionado hoy en día, de que ese es el mejor modo para que lleguen a ser más eficientes y competitivos. Veamos un caso práctico de tal política, que contribuye a explicar la dramática situación de Haití antes de que el reciente terremoto la llevara a primer plano. Y comprobaremos que no se trata de una nación pobre, sino empobrecida, esquilmada desde hace siglos y hasta ayer mismo.
Empiezo con datos extraídos del artículo de Josiane Georges, "Trade and the dissappearance of haitian rice", TED Case Studies, Nº725, junio de 2004. En 1994 el Fondo Monetario internacional diseñó para Haití una "estrategia de ajuste estructural a medio plazo" que, entre otras cosas, incluía la práctica anulación del arancel sobre las importaciones de arroz, que pasó de estar en el 35% a tan sólo un 3%. La consecuencia no se hizo esperar: los ingresos de las 93.000 familias campesinas (un 20% de la población) que vivían directamente del cultivo del arroz descendieron tanto que muchas se vieron obligadas a abandonar el campo, sin disponer de ninguna alternativa de empleo. Los productores locales son incapaces de competir con los bajos precios del arroz estadounidense, más barato: no porque los agricultores estadounidenses sean más eficientes, sino porque reciben generosas ayudas de su Gobierno. La receta del FMI aleja a Haití, cada vez más, de la posibilidad de abastecerse de alimentos, y le hace dependiente del exterior, víctima del un dumping doloso.
Josiane Georges, "Trade and the dissappearance of haitian rice", TED Case Studies, Nº725, junio de 2004
Tanto este artículo como otro publicado recientemente por National Geographic (Joel K. BOURNE, Jr., "Haití, el precio de la deforestación", National Geographic España, noviembre de 2008, pp. 80-83) ponen de relieve otro grave problema de la agricultura de Haití: 1) el agotamiento del suelo, debido al sobrecultivo (desde hace siglos, porque empezó con las voraces plantaciones de caña de azúcar, bajo dominio colonial), y 2) la pérdida de suelo fértil, en un país de relieve montañoso que a lo largo del siglo XX acabó con la cubierta forestal para vender la madera, para utilizarla como combustible y para obtener tierra agrícola ("en 1923 los bosques cubrían cerca del 60 por ciento de su superficie, y hoy tan solo ocupan entre el 2 y el 3 por ciento", según estimaciones de Pierre Antonios, "Haití en la encrucijada", Sala de Prensa de la FAO, 18 de diciembre de 2006). El descenso del precio del arroz fuerza a los campesinos a poner en cultivo tierras marginales, de peor calidad, y a intensificar su aprovechamiento, agudizando el problema de la desertización.
Frontera entre Haití y República Dominicana.
Fuente: NASA (2002)
Acabo con el titular (demoledor) que encabeza el citado artículo de National Geographic: "El arroz constituye el 20% de la dieta haitiana típica, y el porcentaje va en aumento. En 1981, Haití importó 16.000 toneladas de arroz. Ahora el país importa más de 350.000 toneladas al año. Menos de la cuarta parte del arroz consumido es autóctono". Otro dato: "Entre 1991 y 2002, la producción de alimentos por habitante cayó un 30%". Y, para acabar, unas declaraciones de Beth Cypser, miembro de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, que cita la revista: "La autosuficiencia alimentaria no es necesariamente el objetivo. (...) Si para ellos tiene sentido económicamente exportar mangos e importar arroz, eso es lo que deben hacer".
Sigue llegando arroz, excedentes de los países ricos, a aquella castigada tierra: pero ahora se trata de ayuda humanitaria y, por algún tiempo, los haitianos no tendrán que endeudarse para poder pagar.
Por cierto: ¡Cancelación de la deuda externa ya!
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