martes, 19 de enero de 2010

Haití nació en ruinas (Eduardo Galeano)


"EL REY AZÚCAR Y OTROS MONARCAS AGRÍCOLAS"
(Eduardo GALEANO, Las venas abiertas de América Latina, 1971)

1. LAS PLANTACIONES, LOS LATIFUNDIOS Y EL DESTINO
(...) En su segundo viaje, Cristóbal Colón trajo las primeras raíces de caña de azúcar, desde las islas Canarias, y las plantó en las tierras que hoy ocupa la República Dominicana. (...) Durante poco menos de tres siglos a partir del descubrimiento de América, no hubo, para el comercio de Europa, producto agrícola más importante que el azúcar cultivado en estas tierras. Se alzaron los cañaverales en el litoral húmedo y caliente del nordeste de Brasil y, posteriormente, también las islas del Caribe -Barbados, Jamaica, Haití y la Dominicana, Guadalupe, Cuba, Puerto Rico y Veracruz y la costa peruana resultaron sucesivos escenarios propicios para la explotación, en gran escala, del «oro blanco». Inmensas legiones de esclavos vinieron de África para proporcionar, al rey azúcar, la fuerza del trabajo numerosa y gratuita que exigía: combustible humano para quemar.


Negros plantando caña de azúcar en Haití, litografía.
Fuente: New York Public Library


Las tierras fueron devastadas por esta planta egoísta que invadió el Nuevo Mundo arrasando los bosques, malgastando la fertilidad natural y extinguiendo el humus acumulado por los suelos.
(...) La estructura combinada de la plantación funcionaba, y así funciona también el latifundio [su heredero], como un colador armado para la evasión de las riquezas naturales. Al integrarse al mercado mundial, cada área conoció un ciclo dinámico; luego, por la competencia de otros productos sustitutivos, por el agotamiento de la tierra o por la aparición de otras zonas con mejores condiciones, sobrevino la decadencia. La cultura de la pobreza, la economía de subsistencia y el letargo son los precios que cobra, con el transcurso de los años, el impulso productivo original. El nordeste era la zona más rica de Brasil y hoy es la más pobre; en Barbados y Haití habitan hormigueros humanos condenados a la miseria (...).

3. A PASO DE CARGA EN LAS ISLAS DEL CARIBE
En la segunda mitad del siglo [XIX], el mejor azúcar del mundo brotaba del suelo esponjoso de las llanuras de la costa de Haití, una colonia francesa que por entonces se llamaba Saint Domingue. Al norte y al oeste, Haití se convirtió en un vertedero de esclavos: el azúcar exigía cada vez más brazos. (...) En el otoño de 1791 estalló la revolución.


Estatua en homenaje a Boukman, esclavo que lideró la sublevación
de los negros haitianos, Puerto Príncipe. Fuente: Scattered people

En un solo mes, septiembre, doscientas plantaciones de caña fueron presa de las llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los esclavos insurrectos iban empujando a los ejércitos franceses hacia el océano. Los barcos zarpaban cargando cada vez más franceses y cada vez menos azúcar. La guerra derramó ríos de sangre y devastó las plantaciones. Fue larga. El país, en cenizas, quedó paralizado; a fines de siglo la producción había caído verticalmente. «En noviembre de 1803 casi toda la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros», dice Lepkowski [Tadeusz Lèpkowski, Haití, tomo I, La Habana, 1968]. La revolución haitiana había coincidido, y no sólo en el tiempo, con la revolución francesa, y Haití sufrió también, en carne propia, el bloqueo contra Francia de la coalición internacional: Inglaterra dominaba los mares. Pero luego sufrió, a medida que su independencia se iba haciendo inevitable, el bloqueo de Francia. Cediendo a la presión francesa, el Congreso de los Estados Unidos prohibió el comercio con Haití, en 1806. Recién en 1825 Francia reconoció la independencia de su antigua colonia, pero a cambio de una gigantesca indemnización en efectivo. (...) La indemnización en dinero resultó una piedra aplastante sobre las espaldas de los haitanos independientes que habían sobrevivido a los baños de sangre de las sucesivas expediciones militares enviadas contra ellos. El país nació en ruinas y no se recuperó jamás: hoy es el más pobre de América Latina.

ADDENDA: Sobre las intervenciones neocoloniales e imperialistas más recientes en Haití, otro breve artículo de Eduardo GALEANO, "Los pecados de Haití", Brecha, Montevideo, 26-VII-1996.

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