domingo, 19 de abril de 2015

Todas las burgas serán de lubín

Empiezo con una cita solemne (que me recuerda a los primeros ensayos de La estrategia de la ilusión, de Umberto Eco): 


"El museo era, sin duda, lo que más había llamado la atención de Ruiz cuando lo había visitado anteriormente [como parte del centro comercial llamado divertidor]: poder descubrir, evocado en espacios de emocionante verosimilitud, cómo los romanos ateos convertían en espectáculo a los creyentes devorados por terribles fieras salvajes, cómo morían de hambre y de sed los familiares de los faraones en lo profundo de sus tumbas herméticas, los atentados de los primeros terros contra los edificios más grandes de su época, los aplausos de los españoles al enterrar a alguien famoso, las señales de dolor mundial con ocasión de la muerte de los líderes religiosos más influyentes, los sacrificios de los Padres Banqueros para seguir manteniendo el Orden Liberal frente a las fuerzas oscuras de los autoritarismos igualitaristas".


Me gusta la ciencia-ficción cuando tiene cierta cualidad: hablarnos del presente, mostrarnos su esencia, lo primario permanente, o bien lo mucho que tiene de convencional. José María Merino, en Las puertas de lo posible (Páginas de Espuma, 2008), consigue ambas cosas.