jueves, 10 de diciembre de 2009

Aminetu Haidar y el derecho a la huelga de hambre como acción política no violenta

Arrecia la polémica en España en torno a la huelga de hambre mantenida por la saharaui Aminetu Haidar. No pensaba opinar sobre el conflicto en sí, pese a que apoyo el derecho de autodeterminación de los saharauis. Ahora me veo impulsado por un artículo de Arcadi Espada.


Debo advertir que me complace leer a los conservadores y a los liberales cuando son inteligentes y bien intencionados. Pensaba que éste era el caso de Arcadi Espada. Por eso me ha decepcionado la entrada que publicó ayer, 9 de diciembre, en su diario: "En torno a la activista Haidar". He descubierto que Arcadi Espada no es un liberal coherente, porque reivindica la máxima autoridad para el Estado y la mínima libertad para los individuos. Esto sólo puede significar una cosa: con sus intervenciones, Arcadi Espada no defiende un programa emancipatorio, sino unos intereses concretos, partidistas. Sus a veces certeros razonamientos constituyen no una expresión genuina, sino una coartada para respaldar cotos de poder ejercido de facto  y aspiraciones de ampliar tal poder. Seguiré leyéndole, pero avisado, en guardia.

Espada se interroga sobre "lo que debe hacer un Estado con un huelguista de hambre, que anuncia su decisión de llegar hasta el final". En principio parece respetar el deseo del huelguista: "Lo más común es observar el problema en los términos de la libertad individual. Un huelguista no sería nada más que un suicida y, como tal, con derecho a ejercer su voluntad suprema". Estoy de acuerdo: este es planteamiento que casa a un liberal. Pero a renglón seguido Espada se contradice: el respeto a la voluntad no debe ser tal cuando está en nuestra mano contrariala. Veamos: "Pero esta analogía no parece del todo pertinente. Hay que distinguir. (...) En realidad los problemas morales en torno a la posibilidad de evitar un suicidio se difuminan porque no suele ser fácil evitarlo. Pero yo no sabría determinar cuál debe ser la actitud moral idónea del que puede evitar un suicidio y no lo hace". El Estado debe intervenir, entonces: el poder de decisión sobre la propia vida no corresponde al sujeto, sino a la autoridad estatal, extendida hasta los más íntimo del inviduo, su cuerpo, que así deja también de pertenecerle.
Tal y como señaló Michel Foucault, el surgimiento del Estado contemporáneo, a finales del siglo XVIII, se asentó sobre una creciente capilaridad de los mecanismos de control, que se prolongaron hasta comprender los propios cuerpos de los súbditos, sometidos a nuevas técnicas de dominación: la disciplina y la biopolítica ("Las redes del poder", artículo incluido en Christian FERRER (compilador), El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo, La Plata (Argentina), 2005, pp. 15-31).
Aparte de contradecirse de forma flagrante, Arcadi Espada acaba de forma poco elegante, al transformar a la víctima en criminal, y llamar a Aminetu Haidar chantajista: "una huelga de hambre es una forma extrema de chantaje". Aminetu Haidar no es presentada como víctima de las autoridades marroquíes, aquellas que la han expulsado del país y le niegan el derecho de residencia: el periodista la presenta como una activista que no duda en usar la violencia, y que por lo tanto queda deslegitimada.  "Una huelga de hambre es una forma de activismo político que un Estado no tiene por qué tolerar. Voy a decirlo más claramente. Una forma de violencia, y como cualquiera de ellas, democráticamente intolerable".
Arcadi Espada avala así una postura completamente antiliberal. La huelga de hambre, popularizada por Gandhi, el apóstol de la no violencia, es el último recurso de aquellos cuya participación política ha sido limitada hasta la casi completa supresión: una de los pocas formas de intervención al alcance, por ejemplo de los presos. Condenar y erradicar  por la fuerza la práctica de la huelga de hambre sería despojar al individuo hasta lo más íntimo de su personalidad y su voluntad soberana.

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