Y una de las cosas que, como historiador, no puedo dejar de advertir, es que los derechos son fruto de décadas de rebeliones innumerables, penosas luchas y lentas conquistas. El pueblo llano, los de abajo, nosotros sobre cuyos hombros descansa el sistema capitalista, estamos perdiendo terreno. Aunque, al menos, todavía no nos azotan.
Que le hayan dado el Premio Nobel de la Paz a Barack Obama, sin hacer realmente nada, y tras reforzar las tropas que libran una guerra abierta en Afganistán, sólo puede ser un síntoma de depauperación del concepto de paz, de impotencia desesperada y, en suma, de penuria moral. Debemos prepararnos, en adelante, para un mundo en guerra perpetua, largas y constantes guerras como la de Irak (que ha vivido varios episodios desde finales de la Guerra Fría) y la quién sabe por cuanto tiempo en curso de Afganistán (que también tuvo su preámbulo antisoviético, retratado en Rambo III).
Obama tras su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel de la Paz
(Fuente: Dawn.com)
Leo en Público cuál era la voluntad de Alfred Nobel cuando dispuso que uno de sus premios fomentaría la paz en el mundo: la distinción debía concederse "a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad
entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos
existentes y la celebración y promoción de procesos de paz" (según la traducción disponible en Wikipedia, que cito en lugar de la que se reproduce en el artículo de Trinidad Deiros, "Un premio marcado por los desatinos", a mi parecer inexacta).
También descubro que el primer premio, otorgado en 1901, recayó en alguien que dedicó su vida a construir una red de solidaridad: "Henry Dunant, el suizo que sentó las bases del Derecho Humanitario Internacional y fundó la Cruz Roja". Todo un programa de intenciones, que premiaba el esfuerzo por promover lentre los hombres la convivencia, la cooperación y la ayuda mútua.
El verdadero pacifista, el único consecuente, se empeña, como Alfred Nobel, como hace 2500 años Lisístrata y sus femeninas intérpretes bajo el dictado de Aristófanes, en destruir los Ejércitos (lysis strata). ¡Si viera el filántropo que lo instituyó lo que han hecho con su premio un siglo después! Ya no estamos tan peleones: ahora nos basta con que los líderes no guerreen demasiado alto.
Quien trague y no se rebele contra esta elección sólo hace buena la gran verdad que intuyó George Orwell cuando preveía una época donde los medios de comunicación, al servicio del poder, conseguirían llevar a cabo un lavado de cerebro colectivo y someter a la masa oprimida a través de la neolengua: un idioma que preparaba al individuo para aceptar que, aunque a juzgar por cómo se comportaban con sus súbditos pareciera que quienes mandaban les engañaban, en realidad sus intenciones eran buenas y decían la verdad. Uno de las máximas del doblepensar, la forma de pensar conseguida por el abuso de la neolengua, era: "La paz es la guerra". Y se parece, sospechosamente, al argumento que indefectiblemente invocan todos los partidarios de la guerra de Afganistán. También los hay en nuestro país: son aquellos queapoyan la continuidad de los soldados españoles (cuya misión constitucional es defender la patria frente agresiones externas) entre las tropas de ocupación, tropas de ocupación, sí, de las que formen parte efectiva, aunque no participen en los bombardeos y maniobras de ataque. Los soldados españoles desempeñan una función logística fundamental: controlan la retaguardia, en particular ante sabotajes contra las redes de suministro, reprimen los movimientos de "quintacolumnistas", esa resistencia armada confundida entre la población local, y definden la posición frente a las incursiones de los grupos guerrilleros que permanecen activos fuera de la zona controlada por la OTAN. El argumento invocado para justificar la complicidad con la ocupación es que se trata de una guerra preventiva, a pesar de lo peregrino de tal afirmación, por lo pobre de la amenaza real que para Estados Unidos y sus aliados podrían representar un puñado de talibán, guerreros tribales dedicados a la agricultura y al pastoreo que difícilmente conciben la política más allá de la linde de su aldea. "La paz es la guerra"; porque es una guerra preventiva: "si quieres la paz, debes hacer la guerra"; es una guerra para que llegue la paz, una guerra por la paz. Es cierto, entonces, que "la paz es la guerra", porque hacer la guerra ha llegado a ser considerada una forma justa de garantizar la paz, ante presuntas amenazadas que en realidad nunca llegan a cumplirse.
El Premio Nobel de la Paz anunciado hoy, y el hecho de que ningún medio de información, al comentar y, en general, cuestionar lo atinado de tal concesión, ninguno de estos medios haya hecho referencia al franco contrasentido de galardonar a alguien que está manteniendo una guerra atroz en Afganistán, todo ello no hace sino confirmar que el doblepensar está firmemente asentado en las sociedades capitalistas más acomodadas, las pocas democracias que cuentan con un Estado del Bienestar y un elevado grado de cohesión interna, y en las que, cada vez más, peligran nuestros derechos, conquistados a lo largo de dos siglos y medio.
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