miércoles, 16 de diciembre de 2015

No me representan

Uno de los eslóganes que tuvo más éxito durante el movimiento 15M fue el de "no nos representan". Pero, ¿qué quería decir realmente? Intentaré explicar lo que significaba para mí, al hilo de una reflexión sobre las próximas elecciones generales y sobre aquellos partidos que no dudan en reclamarse albaceas del 15M (ya suceso del pasado), Podemos en particular (aunque comparte la pretensión Izquierda Unida).


Mi eslógan favorito del 15M. Solía asociarse al consejo "¡REINICIA".
Foto realizada por León de la Hoz.


Viví el movimiento 15M no como protesta reducible a una demanda (una petición al poder), sino como construcción de un contrapoder ("sí se puede", otro de los eslóganes más repetidos). Lo importante era la complicidad entre los disconformes, el nacimiento de espacios de autogestión, el empoderamiento, al margen de partidos políticos, a los que como tales (no así sus miembros) se excluyó deliberadamente de las asambleas.
El 15M seguía en transcurso, con gran afluencia de gente, durante las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo de 2011. Entonces no sentí ninguna necesidad de ir a votar: me abstuve por primera vez en mi vida, otra forma igual de segura de perder, como tenía por costumbre (ya fuera con el voto en blanco o con un voto "inútil", desperdiciado, con el que nunca obtuve representación). No voté porque a través del 15M ya participaba en política de una forma más directa, a través de un proyecto de largo alcance, cuya realización no dependía de quien tuviera el poder, sino de la sociedad civil organizada.

Pero claro, no es cierto que no importe, bajo cualquier circunstancia, quien esté en el poder, sobre todo cuando no existe un contrapoder. El 15M se extinguió, se apagó poco a poco ante la falta de realizaciones inmediatas. Corre el riesgo de quedar reducido en la memoria colectiva, y en la Historia, a lo que nunca fue, mera protesta, un conjunto de demandas, que algunos prometen satisfacer si gobiernan, bien divididas en parcelas concretas (ya no como cambio global).
Podemos no intentó revitalizar el 15M, sino sustituirlo, llevar la indignación por un cauce más estrecho, el del poder estatal, algo que por esencia no puede ser antisistema. De la esperanza indignada de una nueva sociedad sólo queda, como caricatura, la confianza en un gobierno menos corrupto y en preservar, al menos, los derechos civiles, los derechos laborales, el Estado del Bienestar. Y tal vez sea mucho pedir.

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