martes, 5 de octubre de 2010

Fanáticos y violentos: el verdadero problema

Podría estar hablando de quienes defienden la guerra de Afganistán. Podría estar hablando, también, de los talibán y los yihadistas en general. Podría estar hablando de las facciones retratadas por Amenábar en la película Ágora. Tal vez esta pluralidad demuestre que el fanatismo, en particular cuando deriva en violencia, es el tema de nuestro tiempo.
Esta reflexión, que promete alargarse y ramificarse en el tiempo y el espacio, surge en parte de una de mis primeras entradas, "Oceanía siempre ha estado en guerra con Eurasia". Caigo en la cuenta de que he sido injusto suponiendo una lógica económica, interesada, la lógica del beneficio, como motivo entre quienes apoyan la guerra de Afganistán. Hay manipulación y adoctrinamiento en sus consignas: pero no debemos presuponer que quienes las acuñan y difunden no creen en ellas. Siempre, y en todas partes, ha habido hipócritas y agitadores profesionales. Pero cada vez me inclino más por pensar que son la minoría. Eche cada cual un vistazo a los de su propio bando (político, económico, estético, futbolístico, religioso, gastronómico... da igual). Seguro que encontrará farsantes, fariseos, trepas y chaqueteros. Pero no tantos.
Abundan en todo campo los creyentes convencidos, bienintencionados y sinceros. Abunda, incluso, la culpa, cuando el comportamiento de cada cual no se acomoda con sus ideas. Una culpa que puede conducir a la destrucción, a la ceguera voluntaria o al acomodo, a la "evolución ideológica" (es decir, a abrazar nuevas convicciones).
Fuente: Joel's blog, "Fin a los 8 años de terror de Bush" (20 de junio de 2009)
   

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