miércoles, 8 de septiembre de 2010

Los límites de la democracia: dilemas sobre la lógica de la violencia

En la Casa Museo de Ana Frank participé en una exposición interactiva que todavía continúa en funcionamiento, Free2choose. El juego planteado era el siguiente: se proyectaban varios vídeos breves que mostraban situaciones en las que "derechos fundamentales (...) entran en conflicto entre sí o con el sistema democrático", y después se pedía a todos los presentes que, mediante un par de pulsadores, expresaran su opinión a favor de la tolerancia o, por el contrario, de la aplicación de soluciones coactivas. Por ejemplo, se mostraba una manifestación neo-nazi en Berlín y luego se preguntaba a los asistentes si deberían permitirse este tipo de manifestaciones públicas o deberían ser perseguidas. Me descubrí, con sorpresa, pese a considerarme (casi) ácrata, en el bando de los partidarios de la represión; por ejemplo, en este último tema opté por la ilegalización de aquellos partidos contrarios a la convivencia pacífica y democrática. A partir de ese mismo día empecé a dudar de los razonamientos que había aplicado: ¿pueden asumirse límites a la libertad? La libertad plena: ¿es más débil y vulnerable? ¿o muestra precisamente su fortaleza a través de su propia existencia, no exenta de riesgos? Éste es un gran dilema, un dilema radical, nada sencillo y muy complejo. Y con el tiempo cada vez me siento más inclinado a apostar por la tolerancia.
Creo que en el Museo de Ana Frank pretendían que el visitante reflexionara sobre lo fácil que resulta caer en una escalada de intransigencia y exclusión, una vez aceptado que son lícitas, al menos en ciertas circunstancias, las medidas discriminatorias, preventivas, "de excepción". Teniendo en cuenta que, precisamente, la persecución contra los judíos se inició siguiendo un mecanismo de segregación social similar.
Toda esta larga reflexión pretende ser una introducción a mis opiniones sobre el recientemente reabierto proceso de paz en Euskadi.
Parto de una evidencia: la "Ley de Partidos" culminó una deriva inusitadamente represiva de nuestra joven democracia; pero resulta innegable que, ocho años después de su aprobación, ha conseguido el objetivo de debilitar a ETA y hacerle perder su apoyo social, hasta el punto que la izquierda abertzale apuesta en la actualidad, de modo al parecer irreversible, por el abandono de la lucha armada. ¿Debería entonces, teniendo en cuenta los resultados, estar a favor o en contra de la mencionada "Ley de Partidos"?
Un tema espinoso. Debo exponerme a oprimir el pulsador y equivocarme... uno de estos días venideros.
          
¿Hispalerría? Mapas del tiempo de la ETB (televisión autonómica vasca) anterior y posterior al Gobierno de coalición PSOE - PP en Euskadi. En el segundo se añade La Rioja a las siete provincias tradicionales de Euskal Herria (Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Navarra y las tres que componen Iparralde, el País Vasco francés). Fuente: Navarra Confidencial, "¿Agur Euskal Herria? El reverso-trampa del nuevo mapa de la ETB", 30 de junio de 2009
       

4 comentarios:

  1. Eres demasiado idealista. La libertad absoluta nunca conducirá a un mundo mejor ni más democrático. Únicamente lo haría si todos los hombres fueran justos. Es imposible. De nuevo, una utopía. Por eso la democracia plena nunca tendrá lugar de forma generalizada. Porque el ser humano no es bueno ni justo.

    Por tanto, siempre habrá que pulsar algunos de esos botones. Más que contra, a favor (en defensa) de los Derechos Humanos. Por eso no se puede tolerar a los nazis, ni a la izquierda abertzale defensora (no condenadora) de ETA. Hay que pulsar el botón para defender lo que es justo, universalizable, frente a aquello que no lo es y amenaza a lo que sí. De otro modo predominarán los retrocesos.

    No estoy de acuerdo con que la "Ley de partidos" haya sido represiva: la izquierda abertzale proterrorista sigue existiendo. Creo que esa "Ley" es lo único en lo que he estado de acuerdo con los dos partidos dictatoriales que nos desgobiernan. De hecho, incluso su proceder al respecto me ha parecido excesivamente suave.

    Desconfío de esta nueva "tregua" de ETA. Desconfío, aún más, de las declaraciones y actuaciones (explícitas y ocultas) de los dos grandes partidos.

    No te equivocarás oprimiendo el pulsador siempre que tus argumentos sean buenos, justos. En estos ejemplos lo son.

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  2. Lo he confesado: mi primera reacción fue esa, acogerme a la máxima "no debe haber libertad para los enemigos de la libertad". Pero tal vez deba reformularla; lo que no se puede tolerar son las agresiones, los actos, pero las ideas, las palabras, sí. Veo un gran peligro en criminalizar, de modo preventivo, conductas que no son en sí mismas delictivas (todavía).
    Respondiendo a tu acuerdo con la "Ley de Partidos", yo sí que creo que ha sido represiva: ha dejado sin representación política, sin organizaciones construidas y estructuradas a lo largo de años y sin medios de comunicación, al menos en gran medida, a un importante sector de opinión del País Vasco. Ha dado resultado, pero encuentro el medio muy cuestionable.
    Dudo, Susana: hasta el fin.

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  3. Es tan sano dudar... Tan inteligente, como diría Borges. No hacerlo es sinónimo casi seguro de albergar prejuicios. Dudas porque tienes buenas intenciones y buenos argumentos, aunque algunos se contrapongan. Y tienes el valor de exponerlos todos, incluso aquellos pensamientos que, quizá, te avergüenzan, pero que al exponerlos pueden contribuir a clarificar algo, a ti y a otros.

    Eres muy buena persona. Mejor que yo. Lo digo porque, al contrario que a ti, a mí los enemigos de la libertad me radicalizan, lo confieso, hayan o no dado el paso a los actos de violencia. Para mí las ideas, las palabras violentas o que invitan a la violencia (incluyo la no condena de los violentos, el seguidismo y/o el silencio respecto a ellos) ya son en sí mismas actos de violencia. Por eso mi tolerancia al respecto es cero. Y por eso no considero una represión perseguirlos y tratar de extinguirlos, con la ley, a como de lugar.

    Esas “personas”, los enemigos de la libertad (aunque lo sean solo de boquilla), al pensar/hablar/actuar violentamente de forma continuada pierden el derecho a contar con representación política, con organizaciones construidas y estructuradas y con medios de comunicación. Son delincuentes, una amenaza para quienes ansiamos un mundo no violento, más justo, más democrático.

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  4. ¡Ah! Y te juro que también dudo. Casi hasta el final.

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