viernes, 6 de junio de 2014

La República es algo más (#APorLaTercera)

La República es algo más que una forma de elegir al Jefe de Estado.


Una imagen de la manifestación del 2 de junio de 2014 en la Puerta del Sol (Madrid), la tarde en que se dio a conocer la decisión de Juan Carlos I de abdicar como Rey de España. Fuente: El Confidencial, Lara anuncia un "frente" por la República entre gritos de "¡Borbones a los tiburones!", 2 de junio de 2014

Si se tratara sólo de eso, no merecería la pena el esfuerzo de movilización necesario para reformar la Constitución. Más cuando el Rey, oficialmente, carece de poder. (Aunque no por eso deje de tener una gran influencia en las altas esferas del poder político y económico, y de gozar de privilegios.)

Al fin y al cabo, dado que en principio se trata de algo inocuo, muchos estarían dispuestos a continuar con la Monarquía. La inercia, la comodidad (ya que el cambio exige invertir un alto coste de movilización) y la costumbre pesarían más que el descontento concreto hacia la figura del Rey, relativamente pequeño en nuestra sociedad.
Por otra parte, el Rey, y la propia Monarquía, como símbolos, cuentan con la lealtad de las instituciones, incluido el Ejército, los partidos políticos mayoritarios y gran número de ciudadanos.
Ante este balance de fuerzas, los medios de comunicación mayoritarios se permiten, estos días, mencionar las peticiones (marginales) de que España se convierta en República: poniendo cuidado en reducir la cuestión a un simple cambio de símbolos (otro Jefe de Estado, otra bandera). Ante tal disyuntiva, los no especialmente afectos, pero tampoco agraviados, pueden considerar, con razón, que el beneficio es mínimo, y el tema no merece atención frente a problemas políticos y económicos más profundos y acuciantes. Por descontado, los muchos ciudadanos fieles a la Monarquía juzgan el cambio de símbolos inaceptable.
Aún y todo, existen buenos argumentos para sustituir la Monarquía por una Jefatura de Estado elegida por los ciudadanos. Veamos cómo se citan en el reciente Manifiesto de Intelectuales por la III República (sin necesidad de hacer referencia al poder de facto del que dispone el Rey gracias a su influencia, que sería mucho menor en el caso de un Jefe de Estado revocable):
"La instauración (...) de la Monarquía de Juan Carlos de Borbón fue acompañada (...) por la introducción en la Constitución de 1978 de toda una serie de preceptos que configuran a dicha institución con perfiles claramente antidemocráticos. La clave de bóveda de esta grave contradicción constitucional radica en que el artículo 1.2 proclama que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, y por otro lado el artículo 56, apartado 3, establece que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Flagrante vulneración del principio de igualdad entre todos los españoles que proclama la misma Constitución.
(...) Para nosotros, no es una cuestión de personas, sino de la institución monárquica en sí, a la que consideramos obsoleta, anacrónica y contraria a los principios de la democracia, conforme a la cual todos los que nos representan han de ser libremente elegidos por el pueblo, incluido el jefe del Estado".
                                          
Se trata de una exigencia elemental de democracia. Si bien, como he dicho, incapaz de ilusionar por sí misma al número suficiente de ciudadanos hasta el punto de que se movilicen activamente por este único cambio.

Pero la República es algo más.
En la Historia Contemporánea de España, los partidos que se han definido como republicanos se distinguieron del resto por exigir una democracia auténtica, donde la voluntad del pueblo no se viera burlada impunemente por los poderosos, donde los gobernantes fueran en realidad representantes de los ciudadanos y donde se garantizaran de modo efectivo los derechos y libertades civiles.
Ese era el mínimo común de los partidos que escogían llamarse republicanos, que por lo demás, eran diferentes entre sí, y mantenían programas diversos; entre ellos encontramos desde formaciones conservadoras hasta de extrema izquierda, si bien es cierto que todos se movían en lo que podría llamarse "progresismo". Hablo aquí, claro, de una cultura política histórica, que numerosos estudios se han encargado de describir y rescatar del olvido. Sin por ello negar que la I y la II Repúblicas permitieron, en la práctica, comportamientos despóticos del poder, con independencia de las intenciones de sus fundadores.
Esta tradición republicana es la que, ahora, recuperan quienes exigen la República, cuando la vinculan a un proceso constituyente que establezca una nueva organización política. Volviendo al Manifiesto de Intelectuales por la III República, dado a conocer el pasado 18 de febrero:
"Ha llegado el momento de que los españoles decidamos en plena libertad el régimen que deseamos para España. Por ello, pedimos la convocatoria de un referéndum, en el que se tenga la posibilidad de elegir libremente entre Monarquía o República. En el caso de triunfar esta última opción, se abriría un periodo de Cortes Constituyentes, en el que se elaboraría una nueva Constitución y se procedería después a la convocatoria de elecciones para la formación de un nuevo Parlamento como representante de la soberanía popular.
(...) La III República no es una quimera, no es una utopía. Es una urgente necesidad de regeneración democrática. Y puede ser una realidad, si todos nos unimos y luchamos juntos por conseguirlo. Sin olvidar las experiencias republicanas del pasado, la III República ha de mirar hacia el futuro."
                                                                
Se trata por tanto de llevar a cabo una regeneración democrática. La República vuelve a utilizarse como sinónimo de democracia auténtica.
La exigencia de la III República, escenificada el 2 de junio en multitud de manifestaciones convocadas con premura (y por eso, en buena medida, espontáneas), ha tenido la virtud de marcar una frontera entre quienes quieren refundar la democracia y quienes están conformes con el orden actual, al amparo del cual se perpetúa el gobierno contra el pueblo.

Fuente: #15Mpedia, "Convocatoria por un referéndum, proceso constituyente y la III República"

No otra cosa significan las en principio ambiguas palabras del ex presidente Zapatero en una entrevista televisiva en la que justificó que el PSOE no se uniera a quienes piden un referéndum sobre la Monarquía: "Cumplir la Constitución es lo más republicano". Zapatero, como socialista, se siente ligado a la tradición republicana: identificar el más alto nivel de democracia posible con la República. Pero considera que el orden constitucional vigente, una de cuyas piezas es la Monarquía, ya cumple este objetivo democrático de modo suficiente. En el mismo sentido se expresaba hace nueve años, siendo Presidente del Gobierno, cuando afirmó en una entrevista radiofónica: "Tenemos un Rey bastante republicano". Los dirigentes del PSOE hace tiempo que rechazaron cualquier cambio de la Constitución en favor de dar mayor protagonismo a la voluntad del pueblo (no así, claro, cuando se trata de atender a las exigencias de los mercados, como demostraron con la reforma express del artículo 135 de la Constitución, realizada por Zapatero justo antes de abandonar el Gobierno, de modo pactado con el PP, entre agosto y septiembre de 2011).

¿Conseguirá la III República convertirse en un símbolo tan potente como lo sigue siendo, en la actualidad, la Monarquía? Si no, siempre nos queda volver al lema del 15M, más fácil de entender, y probablemente más exitoso: "Democracia Real Ya".

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